La huída(I)

lunes, 12 de octubre de 2009

Etiquetas: , ,  

No sabía a ciencia cierta si su cara reflejaba cansancio, dolor o hambre, por lo que le pregunté:

-¿Quieres algo de comer o beber, pequeña? No me queda demasiado, pero bueno, puedo hacerte un sandwich o darte unas galletas.
- No, gracias. Mi madre me enseñó a no ser una quejicosa- me contestó Rebeca, que era como me había dicho que se llamaba.
- Bueno, de todas maneras, te traeré un vaso de agua. Las chicas valientes también necesitan beber de vez en cuando, ¿no crees?.- Rebeca me miró, pero no dijo nada. De todas formas fui a la cocina.

Mientras volcaba las últimas gotas de la garrafa en el vaso, pensé que tendría que volver a bajar a por agua. Cuando volví al salón con el vaso, la niña estaba sosteniendo un retrato.

-Señor, ¿Quién es ella?- preguntó señalando a una foto mía y de mi mujer.

No pude evitar que se me descompusiera la cara.

-Es mi mujer. Creo... Bueno, ella se encuentra bien, debe estar en casa de su madre.- mentí, aunque era lo que deseaba con todo mi corazón.

Se bebió el vaso de un trago. Quería preguntarle porqué su madre y ella habían intentado salir a la calle, cómo había ocurrido todo, pero era demasiado pronto, la niña debía descansar después de todo lo ocurrido.

De repente, oímos el ruido de un cristal roto. Abrí las puertas y me asomé al balcón, y pude ver que en el portal se agolpaban al menos cinco de esos seres, golpeando la puerta. Menos mal que la puerta tenía unos barrotes de metal en el interior y no cabían entre el hueco de las barras, pero estaba claro que habían roto el cristal, y ahora estaban golpeando la puerta. Mi casa había dejado de ser un lugar seguro, y tendría que empezar a planificar cómo íbamos a salir.

Menos mal que ya tenía preparada la cuerda, hecha con sábanas atadas, que nos daría acceso al patio de luces. No había hecho la prueba, pero esperaba que aguantase mi peso. Ahora tendría que aguantar mi peso y el de la niña, pero aún así estaba convencido que no se romperían. Ya en el patio de luces, bajaríamos al aparcamiento de la tienda de electrodomésticos de la esquina, que daba acceso a la calle.

- Señor, ¿mi madre está muerta?- la pregunta me sacó de mis planes mentales.
- No lo sé.-volví a mentir, esta vez a conciencia y disimulando lo mejor que pude. Cuando me asomé al balcón, también ví el montón de carne desestructurada que habían dejado esos monstruos, y lo peor es que creí ver algo de movimiento- Quizás pudo escapar.
- Pero yo vi que le hacían mucho daño ¿Podemos ir con ella para ver si está bien?
- Hoy no, tu madre ha debido esconderse, o haber ido a un hospital. Lo mejor será que hoy mismo salgamos a la calle, y dejemos pistas para que tu madre nos pueda seguir. Ahora túmbate en el sofá y descansa, mientras preparo algunas cosas para irnos.

Le preparé unos cojines como almohada, y sin decir nada más, se estiró y se quedó dormida.

Fuí a la habitación y comencé a empaquetar la ropa en una mochila. También saqué las sábanas anudadas del armario. Cuando volví a pasar por el salón, Rebeca se había dado la vuelta hacia el respaldo, hundiendo su cara en el cojín.

Entonces es cuando me fijé por primera vez en la herida que tenía en el cuello.

1 comentarios:

Espigol dijo...

Síii!! Mola!! Se va a convertir en uno de ellos. Me gusta mucho el giro que le has dado a la historia. Por favor!!! Continúala pronto.